sábado, 22 de noviembre de 2014

Entre la espada y la pared

Hace poco escuché una frase y es que el peor enemigo es la conciencia. Esto me dio para pensar que tiene bastante razón y que, por eso, hay que hacer aquello con lo que uno mismo esté a gusto, aquello que te contente y te agrade a ti, no a los demás. Cada quien tiene su vida y y cada uno debe ser el capitán que maneje su barco. Siempre vas a tener la oportunidad de elegir, aprovéchala. A veces no está de más sacrificar lo que deja de aportarte y lanzarte a la búsqueda de algo nuevo, algo que de verdad te nutra.

La vida me ha enseñado que, en ese aspecto, hay que ser egoísta porque si vives por y para los demás, te ocurren principalmente dos cosas. La primera es que sientes que todo el esfuerzo que haces no está compensado porque solo consigues que te impongan cosas que cada vez te van a costar más conseguir. Y es que nadie se contenta con poco y les divertirá ver hasta donde llega tu límite. Si haces algo que no nace de ti y que lo haces simplemente por quedar bien o por no sentirte apartado, al final no vas a disfrutar y vas a sentir que has fracasado. Esto nos puede llevar a la segunda que es que dejes de saber qué es lo que realmente quieres y, por qué no, pierdas la razón al no saber quien eres en realidad. Eres una persona, no una marioneta.

Con esto no quiero decir que haya que ser egoísta hasta el extremo ni que no debamos compartir nuestra vida con los demás, sino que no se puede aceptar todo lo que te echen. A fin de cuentas como dije anteriormente, es mi vida y yo decido cómo vivirla. A veces es mejor sola que mal acompañada. Sé que hay momentos en los que necesitas dejar de pensar en los demás para centrar en ti, solo en ti, de manera que fortalezcas tu persona, olvidando todo aquello que te hace débil. Hazlo, escúchate y verás cómo encuentras miles de valores positivos que quizás no se ven a simple vista, pero que tú sabes tienes dentro de ti. Eso eres tú. Ése es tu tesoro. 


De nada sirve arrepentirse luego, es mejor parar en el momento oportuno y comenzar de nuevo, renovada.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Lluvia en el cristal

Otoño, mi estación del año favorita. Por esa variedad de colores que tiñen los campos, que hacen todo más bonito y más cercano. Poco a poco va llegando el frío, los días son más cortos y generalmente el clima es más triste, apagado. El frío se convierte en la excusa perfecta para dar y recibir abrazos, algo que como sabéis me encanta. Pero si hay algo que verdaderamente identifica al otoño, ésa es la lluvia. La lluvia la identifico con el sentimiento de nostalgia, nos hace recordar momentos pasados, nos traslada a lugares o instantes significativos, por tristes o por alegres. Revivimos emociones, sensaciones... sentimientos que quedaron anclados en el pasado, gestos o palabras que nos marcaron en su día vuelven para hacerse presentes de nuevo.

Ves las gotas caer, primero poco a poco, luego con mayor intensidad. Va tomando fuerza y eres consciente del paso del tiempo. Cuando miras llover desde la ventana parece que el tiempo no avanza, te quedas pensativo, pues tu mente inconscientemente vuela. Vuela de forma incontrolable hacia aquello que tenemos en la cabeza. Llega una dulce melodía de recuerdos que van envolviéndote y abarcando toda tu realidad. 

Es bonito ver llover. Es bonito acompañar a una gota de agua en su viaje y es que nosotros mismos somos como gotas de agua. Caemos, muchas veces sin querer pero es inevitable no hacerlo de vez en cuando. No tenemos el control completo en nuestras vidas. La gota, a pesar de caer donde le toque, ya que ella no decide el lugar, se aferra a la vida y lucha por no desaparecer. No importa la gente que pueda pisar o destruir esa gota que queda en el suelo porque, aunque cambie de estado, sigue siendo ella. Así pues, muchas personas pueden pasar por nuestra vida, transformarnos, hacernos daño... que seguiremos siendo nosotros y esa fuerza de la esencia que perdura siempre es la que nos mueve a seguir ahí. A no huir por muchas tormentas que pasen. 


Somos gotas de agua, aparentemente iguales, pero distintas en su forma. 
Cada una única e irrepetible.