jueves, 31 de diciembre de 2015

¡Gracias, 2015!

Otro año más llega a su fin y, como viene siendo costumbre, aprovechamos para hacer un balance a nivel personal de lo que ha supuesto este año para nosotros. Cerrar los ojos y repasar mentalmente momentos que nos hayan marcado, personas que hemos conocido, reencuentros emocionantes e inesperados, lecciones de vida que nos han acompañado durante el camino... ¿Con qué nos quedamos de todo lo vivido?, ¿qué es lo que más valor le damos a día de hoy?, ¿qué nos hace sentir afortunados u orgullosos en el buen sentido? No sé si será por la edad, pero hace ya unos añitos que siento que los días, meses y años pasan volando, tengo la sensación de que el tiempo se me escapa de las manos. Aunque parezca que ha sido un año más, en realidad no ha sido un año cualquiera, ha sido un año clave, de los que marcan, de los que permanecen para el recuerdo por la sucesión de hechos importantes.

He aprendido que el cariño más sincero e incondicional es el de los niños. Ellos lo demuestran regalándote cada día sus palabras, gestos, miradas, sonrisas cómplices, abrazos, dibujos, pulseras... y lo hacen de corazón porque les sale así. Te hacen sentir especial y única porque te das cuenta de que en verdad te quieren y te necesitan. Eres importante para ellos tanto como ellos lo son para ti. Quien trabaja con niños lo sabe. Aprendes que son esponjas, que se quedan con tus frases, tus gestos, tus caras y todo lo vuelven suyo. Pasan los años y sigo convencida de que no quiero dejar de vivir y sentir esto tan mágico. Les estoy muy agradecida, por eso poder disfrutar de ellos es mi mejor regalo.


También he aprendido que existe un momento en el que los números dejan de ser números y se convierten en símbolos, verdaderos amuletos, como lo ha sido en mi caso el número ocho. Él simbolizó de alguna manera (sí, esa que nosotros sabemos) un reencuentro inesperado a la par que deseado con una personita muy especial a la que quiero con locura y que marcó un antes y un después en mi vida. Como he dicho antes, pasan tantos niños cada año por mi vida que, cuando se van, te preguntas: ¿qué será de ellos?, ¿,me recordarán tanto como yo a ellos? Y un día tienes la oportunidad de volver a ver a aquel niño que se fue, pero que tanto marcó tu pasado y es entonces cuando te sientes la persona más feliz y afortunada del planeta por tener el privilegio de poder descubrir qué ha sido de él y cómo es su vida ahora. Obviamente los años pasan para todos y, aunque no siga siendo ese mismo niño, parte de él sigue presente por ser su esencia y otra parte más madura me hace darme cuenta de que él tampoco me ha olvidado y, lo que es más importante, que la confianza sigue intacta. Te vuelvo a dar las gracias por aparecer de nuevo.

He aprendido que nada es imposible, que a la octava también va la vencida y que, aunque pienses que no tiene sentido y te invadan las ganas de dejarlo, de tirar la toalla... puedes hacerlo, puedes volver con más fuerza y demostrar que tarde o temprano todo llega. Porque cuando luchas tanto por algo, lo acabas logrando, aunque solo sea porque te lo mereces. ¿Quién me iba a decir a mí que me encantaría conducir, cuando hace años tenía muy claro que eso no era para mí, por el gran temor que me producía solamente pensarlo? Los miedos se superan enfrentándose a ellos.


He aprendido que todo en la vida pasa por algo y que, a veces, las despedidas son necesarias. Es un momento triste porque se va alguien importante para ti, a quien has admirado durante mucho tiempo y lo sigues haciendo, pero sabes que nunca dejará de ser quien tanto te enseñó y quien tantos momentos emocionantes te brindó. Pero, por otro lado, sabes que es lo mejor para él y lo dejas ir porque solo así podrá ser feliz y su felicidad es lo primero. También he aprendido a creer en la suerte, en que algunos sueños se cumplen como ver a tus ídolos en persona, tenerlos a unos pocos metros, regalándote una sonrisa... la misma que refleja tu cara. He aprendido a darle más valor a este tipo de detalles que a cualquier otro bien material, a preocuparme más por vivir el momento que plasmarlo en una foto, a dar cariño al que lo demanda y aceptar el que necesita darlo.


El tiempo, irremediablemente, pasa. No dejes que los grandes momentos se te escapen.
Recuerda: "Lo mejor, está por llegar".

viernes, 4 de diciembre de 2015

Cuándo perder te hace ganar

En numerosas ocasiones no somos conscientes de que nos perdemos muchas cosas por el miedo a perder, a fracasar, pero... ¿cuándo perder nos hace ganar?

Cuando perdemos el miedo al error. Aprendemos a arriesgarnos, a equivocarnos, a superar esos baches que se nos presentan y logramos sacar una moraleja de ellos. Aprendemos a conocernos más a nosotros mismos, a valorar nuestras posibilidades y descubrir cuáles son nuestros límites. Muchas veces nos sorprenderemos de lo que somos capaces de hacer y la satisfacción personal al cumplir nuestra meta o al ver que hemos sido capaces de intentarlo, será mayor según el reto superado. "Si nunca te arriesgas a cruzar el río, nunca sabrás lo que te espera a la otra orilla."

Cuando perdemos el sentido del ridículo y aprendemos a reírnos de uno mismo, a ser un poquito payasos cuando toca. A los que somos tímidos al principio cuesta, pero si te lo propones, poco a poco, lo consigues y aprendes a estar mejor y más a gusto contigo mismo. Con ello disfrutarás más de lo que vives, ya que no te pararás a pensar en qué estarán pensando los demás sobre ti ni tampoco en analizar fríamente lo que estás haciendo a cada momento. Esto te dará la oportunidad de ganar en espontaneidad y asimilar que la vida es mucho más sencilla de lo que parece.

Cuando pierdes el tiempo, aprendes a valorarlo. Esto suele ocurrir cuando dedicamos nuestro tiempo a algo como estudiar para un examen importante o iniciar un proyecto o a conocer a alguien y nos quedamos con la sensación de que todos nuestros esfuerzos han sido en vano, al no obtener los resultados esperados. En cambio, estas caídas nos hacen saber ver también las oportunidades en las que no perdemos el tiempo, sino que lo invertimos y, para ello, es necesario apoyarnos en nuestra forma de apreciar estos matices, solo depende de nosotros.

Cuando pierdes a un ser querido, aprendes a valorar más la vida y darle un sentido con tus actos. Una vez superada la etapa de duelo, cambias la mentalidad y comienzas a pensar de otro modo. Según la manera en la que has perdido a esa persona, ya que puede haber sido algo más trágico en función de las causas de la pérdida, empiezas a querer aprovechar cada segundo de tu vida, por ella y por ti mismo.


"Perder es bueno porque te hace entender mejor el valor de ganar"

A veces es necesario perder para poder ganar. Pero no debemos encerrarnos en la tristeza y el dolor, sino que hay que aprender a fijarse en lo positivo y darse la oportunidad de cambiar y valorar lo que tenemos. Con esta reflexión te invito a pensar que siempre hay salida, aún en las situaciones que parece que no la tienen. Seguro que hay muchas más situaciones en las que perder te ha hecho ganar, párate un momento y piénsalo, después aliméntate de todas esas formas de superación personal que has ido acumulando a lo largo de tu vida, te sorprenderás de descubrir lo valiente y fuerte que eres.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Pon un sol en tu vida

El SOL, la mayor de las estrellas. Brilla sólo por el hecho de existir, al igual que las personas, que ofrecen lo mejor de sí mismas siendo auténticas e iluminan los días con su presencia para que no se vuelvan grises y tristes. Da calor con su cercanía, nos abriga en los días más fríos. Esos soles que conocemos nos arropan cuando nos sentimos solos, nos regalan su cariño, se preocupan por nuestro bienestar y están atentos para cubrir nuestras necesidades. El sol da vida. Es una parte fundamental en el desarrollo de los seres vivos, por ejemplo, todos sabemos que es clave en el proceso de la fotosíntesis en las plantas, pues las nutre. Nuestros soles también nos alimentan, renovando nuestra energía y nuestra persona consiguen transformarnos, volvernos más fuertes.

Nos hace sonreír. Nos aporta una alegría especial. Desde pequeños, los niños siempre lo dibujan en el cielo (la mayoría de las veces sonriendo) cuando se les pide que hagan un dibujo, ¿por qué será? Los niños tienen esa vitalidad inconfundible que los hace estar activos y alegres, sin pensar ni preocuparse por nada... ¡qué sencillo es vivir así! Admiro esa etapa de la vida, creo que todos deberíamos seguir su ejemplo y no atormentarnos tan fácilmente.

Necesitamos poner un sol en nuestras vidas, un sol lleno de luz, optimismo y felicidad, que atraiga los buenos momentos, la ilusión y las ganas de vivir exprimiendo cada día. Un sol con rayos de esperanza, de sonrisas contagiosas con las que llenar el mundo de color y dar vida a la vida. Un sol que brille y haga brillar a los demás.


¡Dibuja un sol en tu vida!

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Septiembre

Bonito mes en el que me tocó nacer. Septiembre es ese mes marcado por las transformaciones, no sólo de lo que vemos a nuestro alrededor, sino que también se producen cambios en nuestro interior. Un cambio de actitud notorio tras un verano relajado o alocado, según la persona. Llega el momento de volver a centrarse, con las pilas cargadas y con energías renovadas, en nuestro quehaceres diarios, eso a lo que llamamos rutina.

Septiembre, ese mes que nos regala nuevas oportunidades. Un nuevo curso empieza y, con él, llegan nuevas ilusiones, nuevos proyectos, nuevas metas, nuevos sueños por cumplir... motivos para vivir y hacer que cada día merezca la pena. También nos regala vistas espectaculares, paisajes mágicos, de cuento, que enamoran con su amplia variedad de colores.

Septiembre se va, pero nos deja una de las estaciones más bonitas del año, el otoño, que recién comienza y trae un aire nuevo a nuestras vidas. Un aire nuevo que nos empuja a tener confianza y a realizar todo aquello que nos vamos proponiendo. Un aliento lleno de cambios personales, aspectos que necesitan ser modificados, mejorados y renovados, ya que, al igual que las hojas de los árboles, han caducado. En ocasiones nos sentimos como esas hojas de otoño: arrugadas, frágiles, secas, con un estado de ánimo sombrío marcado con tonos rojos resultado del dolor; un amarillo apagado, aburrido, solitario; un naranja cansado, machacado de tanto estrés, de dar más de lo que se recibe; un marrón triste, cargado de errores, vacío... y a la vez ese verde esperanza, que entremezclado con los otros, mantiene viva la fuerza y el deseo de resurgir. El viento nos ayuda a dejar caer todo lo que nos oprime, todo lo que nos agobia, alejándolo para que no nos paremos y podamos seguir creciendo.


P.D. Tú también te fuiste en septiembre, mi ángel. La brisa del otoño acarició mi cara con tu recuerdo aquel día y lo sigue haciendo cada año. Con el viento te haces presente y en mi corazón sigues brillando como la estrella que eres.

lunes, 31 de agosto de 2015

Solidaridad

Hoy es el Día Internacional de la Solidaridad. Para algunos, una palabra difícil de pronunciar, pero con un significado sencillo y muy importante en la vida de las personas, tanto que todos deberíamos tener presente a lo largo de cada día.

Pero, ¿qué es la solidaridad? Ésta es la definición que da la RAE: "Adhesión circunstancial a la causa del otro". Si bien es cierto, por más veces que se lea no llega a quedar muy claro el concepto. La solidaridad es mucho más que lo que expresa esa definición, por ello aquí va una definición propia en forma de acróstico, siguiendo cada una de las letras que componen dicha palabra. De este modo, será más fácil y más completa su comprensión y, a su vez, me servirá para hacer un pequeño homenaje a quienes conservan este valor y, además, sus vidas están ligadas a él. Quien me conoce sabe lo importante que es para mí la educación en valores, por eso, dejaré una huella en éste, mi espacio, manifestando lo que es para mí la solidaridad.

Sentir empatía, ponerse en el lugar del otro y pensar en él. No ser egoístas ni creernos el centro del universo o mejores que otros por una razón en concreto. Todos tenemos algo bueno que aportar a la sociedad.

Olvidar aquello que nos separa. No hay que buscar motivos para alejarnos, para huir de lo extraño, lo diferente. Al revés, hay que pensar en lo que nos une, no perdemos nada al darnos la oportunidad de conocer al otro. Podemos ganar y enriquecernos con aspectos de su personalidad, momentos o detalles significativos.

Lograr aprovechar el tiempo, hacer de cada momento una oportunidad esencial para crecer como persona, gracias a lo que nos pueden aportar los demás: pensamientos, actitudes, formas de ser, etc. Además, gracias al continuo contacto, se pueden fortalecer las relaciones llegando, por qué no, a entablar una amistad.

Inyectar energía, alegría, buen humor, pensamientos positivos... Si cambiamos la naturaleza o ambiente negativo de los demás, habremos conseguido dar un gran paso. Será una luz que les dé fuerza y les sirva como impulso a aquellos que más lo necesitan.

Decidir siempre con voluntad, sentido común y crítico. Mantener firme nuestra decisión de querer actuar, de regalar nuestro tiempo, de dedicarnos al otro y ofrecer nuestra persona.

Ayudar a quien lo necesita de verdad, sin esperar nada a cambio. Evitar hacerlo por interés o por el qué dirán. Tiene que salir de ti, eso es lo valioso y lo que hace bonito el momento, que sea sincero, sólo así tendrá un sentido auténtico. Hay que dejar a un lado los estereotipos, actuar con libertad y romper, así, las barreras que nos puedan separar.

Repartir lo que se tiene con el que no es tan afortunado y carece de ello. Es muy sencillo alegrar el día o hacer felices a los otros. Con poco se puede hacer mucho, solo tenemos que proponérnoslo y hacerlo. Si compartimos lo nuestro, nuestra felicidad y la del otro se multiplicarán, por lo cual, todos saldremos ganando. 

Intentar facilitar la vida a los demás. No es complicado, como bien venimos diciendo, desde lo más sencillo se puede hacer, basta con pequeños detalles. No nos podemos limitar a lo material, también existen bienes que no lo son como los valores que conforman nuestra personalidad y que sirven para realizar grandes cambios.

Dar de corazón, simplemente porque te sale hacerlo, sin obligación. La solidaridad no tiene nada que ver con el deber, sino que es algo que nace desde nuestro interior, es el deseo de querer colaborar en la mejora de una situación adversa que muchas veces no es justa y nos negamos a quedarnos quietos observando cómo la vida pasa y nada cambia.

Aceptar la realidad en la que nos encontramos inmersos, podemos tratar de cambiar algunas situaciones, buscar soluciones a problemas notorios, pero no podemos pretender modificar todo y crear un mundo a nuestro antojo. Hay que dar pie a la diversidad, aprender de los demás porque ellos también tienen algo que aportarnos o enseñarnos a nosotros. No podemos ni debemos cortar de raíz esa esencia, tiene que perdurar esa marca de identidad.

Demostrar con hechos lo que profesamos. No basta con pensar o desear con todas nuestras fuerzas, así no llega la ayuda, las palabras se las lleva el viento. Hay que actuar porque solo de esta manera confirmaremos y demostraremos del todo nuestros propósitos.

"Las grandes oportunidades para ayudar a los demás rara vez vienen,
pero las pequeñas nos rodean todos los días."

martes, 7 de julio de 2015

Paciencia

Como bien dicen, "la paciencia es la madre de todas las ciencias" y, es cierto, sin paciencia no se consiguen cosas buenas. Es más que una actitud, es un valor que no todos poseen, por lo que se convierte en una auténtica virtud. Es una forma distinta de ver el mundo, de vivir la vida. A mi modo de ver, las personas pacientes llenan más su corazón de vida, saben esperar, tener esperanza en que tarde o temprano llegará su recompensa y conseguirán aquello que deseaban, por lo que tanto esfuerzo y empeño pusieron. No tienen prisa, saben que en pequeñas cantidades todo se saborea y se disfruta más. Difícilmente se alteran ante situaciones adversas, saben cómo mantener la calma y, si se llegan a molestar, conocen la manera de no exteriorizarlo, saben dar un voto de confianza y una nueva oportunidad. Puede ser al otro o a uno mismo, según la situación, pero logran alejar la frustración, son capaces de 'olvidar' y volver a empezar.

No se puede adelantar el tiempo, no se puede tener el control, hay que esperar, todo llega en su momento. Para algunos puede costar, ya que hay personas que son algo inquietas, movidas, deseosas, nerviosas e impacientes que quieren todo ¡ya! No saben esperar y disfrutar de lo que hay antes o después del hecho en sí, viven tan ensimismadas en lo que desean, que pierden la vista o el interés en lo demás. Eso es lo que transmiten y contra eso no hay nada que hacer. Por mucho que intentes sosegarles y explicarles, no lo van a entender, van a seguir empeñados en su misión, insistiendo persistentes en su idea, presionando a quien no piense como ellas, buscando imponer su criterio a toda costa. Muchas veces te dirán eso de "es ahora o nunca". Y no, no todo puede ser llevado al extremo. Entre el ahora y el nunca, existen un montón de días, tantos como oportunidades para cambiar de opinión, para pensar mejor las cosas, para llegar a un acuerdo o seguir cada uno con su vida. Aunque suene a tópico, el tiempo es quien pone a cada cual en su lugar, para bien o para mal, eso es una gran verdad. Nadie es dueño del tiempo, igual que no lo es de los pensamientos o de la forma de ser de los demás.

Las personas impacientes que lo quieren saber todo, controlar su vida o la de los demás a cada momento, se pierden lo bonito que es ser sorprendidos, vivir sin esperar nada, sin saber qué pasará... simplemente dejar que pase lo que tenga que pasar. Disfrutar, sentir y valorar lo que sucede, lo que la vida nos regala cada día, tanto si es bueno como si es malo, todo tiene su etapa.


Muchas veces creemos que la vida nos dice "no", cuando solo nos dice: "espera".

jueves, 23 de abril de 2015

Día del libro

Los libros son mágicos, poderosos. Tienen el poder de transformar a las personas. Según sus temáticas las vuelven más cultas, más creativas potenciando su imaginación y más humanas mediante la transmisión de valores esenciales, descubriendo quiénes son, haciéndoles pensar y regalando frases que marcan la vida de cualquiera. ¿Quién no tiene una frase que guarde para el recuerdo? ¿Esa frase que le ha hecho pensar, darse cuenta de cosas y, a partir de ello, dar la vuelta a su vida o a su forma de ver la realidad?

Hoy me viene a la mente aquella expresión "ser como un libro abierto". Esas personas que decimos que son como un libro abierto son aquellas que se muestran abiertas, que son sociables, que fácilmente se comunican con los demás y llegan a todo el mundo. También denotan sinceridad, dicen lo que piensan pues tienen sus ideas claras, son transparentes y se muestran naturales, tal cual son. 
Y si hablamos de abierto, no podemos pasar por alto su opuesto, ¿qué pasa con aquellos que son como un libro cerrado? No tiene por qué ser precisamente algo negativo. Puede ser alguien reservado, misterioso, que solo se abra con quien de verdad sepa valorarlo y en la medida en que lo merezca, según el interés y la confianza depositados. Supone un reto encontrar la forma adecuada de acceder a él y deja lugar a la expectación, ya que puede esconder cosas muy buenas en su interior, quizás inimaginables. Es capaz de sorprender, de romper tus esquemas, por eso no siempre hay que dejarse llevar por las apariencias.

Hay que saber dar oportunidades. Aunque estés enganchado a un género literario, no está de más dedicar tiempo a otros, empaparte de sus historias, de lo que tienen que contarte. Nunca sabes lo que puedes encontrar, quizás estés pasando por alto algo con lo que puedes llegar a conectar. Los libros son distintos como lo son las personas. Los hay alegres, tristes, populares, grandes, pequeños, llamativos, con mucho que contar, difíciles de entender, que atrapan, que emocionan... pero todos valiosos, auténticos tesoros.


No pierdas la oportunidad de descubrir qué se esconde en su interior.

domingo, 8 de marzo de 2015

Luna

¿Qué tendrá la luz de la luna?
La luna hipnotiza con su luminosidad, aunque sea el reflejo de la luz solar la que le hace brillar, adquiere un poder especial. Se puede contemplar con calma, sin prisa, disfrutando de su belleza singular. Su luz es clara, no daña la vista y contrarresta muy bien con la oscuridad. Esa luz nos recuerda que no tenemos nada que temer, ella nos acompaña aún en la más profunda de nuestra tristeza, alumbra nuestras incertidumbres, vela por nosotros. Nos protege. Mantiene viva la noche. La llena de brillo y hace que la oscuridad no sea tan plena, todo se vuelve más claro, hace que sea menor la tenebrosidad y transmite tranquilidad.

La noche con esa oscuridad da miedo, nos envuelve en emociones negativas, nos hace dudar, nos crea inseguridad y asusta. Caminar de noche sin ninguna luz que nos acompañe ni ilumine nuestro camino, se hace complicado por el temor que nos produce no asegurar nuestros pasos. En cambio, con ella guiándonos no hay nada que temer, nos aporta seguridad y estabilidad. Es como esa persona que necesitamos tener a nuestro lado porque garantiza nuestro bienestar, nos hace más valientes y fuertes, nos da la confianza necesaria para actuar.

Luna, tú meces mi nostalgia y mis sueños, con dulzura y serenidad. Tú curas mis heridas y alivias mis penas. Es una suerte que cada noche, fiel a la cita, acudas a mi ventana. Solo al verte encuentro la calma tras un día estresante, una paz interior a través de la cual me encuentro contigo y a la vez conmigo misma, que hace que caiga rendida y pueda relajarme. Es como si en ti depositara todo lo que me quita el sueño, la carga del día a día, lo que me atormenta y tú me concedieras el deseo, me otorgaras ese poder para dejar de preocuparme, para no pensar, para soñar... para caer dormida al instante.


Qué gran fortuna poder ver a la luna,
grandiosa y brillante como ninguna.
Admirarla es el mejor momento,
ilumina cada uno de nuestros pensamientos.

viernes, 13 de febrero de 2015

Escucha

Hoy, día de la radio, es una buena oportunidad para reflexionar acerca de la diferencia entre oír y escuchar, así como recalcar la importancia que tiene esta última en nuestras vidas. A veces los empleamos como sinónimos, pero, ¿realmente lo son?, ¿es lo mismo oír que escuchar la radio? No, no lo es. Igual que no es lo mismo oír que escuchar a alguien. Oír es percibir el sonido, recibir un estímulo a través de nuestros oídos, pero no implica entender lo que se está oyendo. En cambio, escuchar implica prestar atención a lo que se oye, recibir el estímulo y, además, poner interés en saber de qué se trata, comprender lo que se percibe y, para ello, no utilizamos solo los oídos, incluimos otros sentidos.

A veces oímos sin pararnos a escuchar. Estamos tan ocupados pensando en nosotros mismos que nos olvidamos de los demás. Quizás alguien nos necesita, se quiere desahogar, pero no encuentra quien, en medio de este mundo de prisas, de idas y venidas, esté dispuesto a pararse, ofrecer su tiempo y escucharle. Escuchar de forma activa, sintiendo, comprendiendo, interiorizando.... empatizando, poniéndonos en el lugar de la persona a la que estamos escuchando. Solo así podremos entender su situación y darle nuestra opinión o nuestro consejo después porque solo así la otra persona se sentirá escuchada. Cuando escuchamos de esta manera, estamos haciendo mucho aunque parezca que no. Estás regalando tu tiempo, siendo un apoyo, haciéndole saber al otro que te importa, que lo valoras y que, por eso, estas ahí.

Como he dicho antes, para escuchar en plenitud no solo necesitamos los oídos, a veces ni siquiera utilizamos los oídos, nos bastan las miradas. Podemos escuchar con los ojos. Sí, como lo leéis. Pero esto no funciona con cualquiera, solo con aquellas personas que conocemos de verdad, con las que se produce una conexión especial... esas personas que con solo mirarlas a la cara nos dicen tanto.

Sin embargo, no solo vale con escuchar al otro, es fundamental aprender a escucharse a uno mismo. Es esencial para conocernos realmente. Solo nosotros sabemos cómo somos, qué nos mueve, qué nos inquieta, qué nos cuesta, cómo actuamos ante cada situación, cuáles son nuestros intereses, nuestros puntos fuerte y los débiles. ¿Cuándo escuchamos a nuestro corazón? Normalmente cuando se van a tomar decisiones importantes. El corazón nos habla constantemente y nos reclama cierta atención, aunque ocupemos nuestro tiempo con otras cosas que creemos más importantes, nuestro corazón siempre debería ser el primero en ser escuchado. El corazón es el único que sabe o qué queremos de verdad, lo que necesitamos para ser felices. Es por eso que debemos tenerlo presente siempre, dejar que priorice nuestras vidas. Aprende a escucharlo y, así, aprenderás a escucharte.



"Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. 
Cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve"

lunes, 19 de enero de 2015

Nieve

Aunque parezca mentira, según algunas fuentes hoy es el día internacional de la nieve. Coincidiendo con este día, es probable que en muchos sitios o lugares recónditos haya nevado con intensidad o se hayan dejado ver al menos unos pequeños copos de nieve. Yo me pregunto, ¿qué tendrá la nieve que causa tanto revuelo y tanta expectación?

Por lo general, a todos los niños les ilusiona la nieve. Probablemente por ser algo que escasea, que no ocurre todos los días y que en muy pocas ocasiones se produce, se valora de forma especial y se espera con ansia y con deseo. Ese deseo de la infancia, esa ilusión sigue dentro de nosotros. Aunque los años pasen y dejemos de ser niños, hay una parte de esos niños que no se va y que se mantiene viva en nuestro interior. Por eso nos sigue haciendo tanta ilusión cuando nieva, algo dentro de nosotros nos evoca esos recuerdos, esas emociones y no podemos evitarlo, no podemos quedarnos quietos como si nada, lo vivimos (de una u otra manera) como algo especial. Porque verdaderamente sabemos que lo es.

Ver caer la nieve emboba, enamora. Los copos no son como las gotas de lluvia, aunque se parezcan porque ambos se precipitan desde las nubes. Ellos se ven más porque tienen color, textura y es por eso que, al poder verlos, parece que caen más despacio o que abarcan un mayor espacio. Disfrutamos al ver la nieve caer desde la ventana. Pasa el tiempo y, al mirar, tu alrededor se ha transformado, se ha vuelto una estampa de película, como si de una postal navideña se tratara. Si en lugar de conformarte con la ventana, vas más allá y lo vives en primera persona, cayendo la nieve sobre ti, la sensación cambia. Te sientes pequeñita ante la inmensidad y, a la vez, te sientes parte del paisaje. Como si estuvieras dentro de una de esas bolas de cristal que se agitan para que caiga la nieve. Es una sensación mágica, como si fuera un cuento o un sueño... un sueño real.

Si se da la llamada transformación y la nieve cuaja, tenemos delante nuestro un manto blanco que dan ganas de tocar, de dibujar sobre él, de coger la nieve con las manos o de pisarla para sentirla de verdad... Y cuando eso ocurre ya no hay vuelta atrás, las huellas quedan marcadas y, para bien o para mal, ya no volverá a estar como al principio. Claro que si no se hace nada, con el paso del tiempo va a desaparecer igualmente, así que seguro que merece la pena intentarlo, dar rienda suelta a nuestra creatividad, dejar un trocito nuestro en ella e incluso aprovechar la oportunidad de descubrir algo nuevo, algo que puede ocultarse bajo ese manto de nieve. Por eso, hay que vivirlo en el sentido más amplio de la palabra, hay que dejarse llevar, no pensar, solo disfrutar porque no sabemos cuándo volverá.


Todos llevamos un niño en nuestro interior, unas veces se manifiesta más que otras, pero sabemos que está ahí y que es importante conservarlo. 

Que no se pierda la ilusión por las pequeñas cosas, que no se pierda la ilusión por la vida.